El inicio de la Guerra Civil en las Cuencas Mineras

El inicio de la Guerra Civil en las Cuencas Mineras

Sobre los primeros días de la Guerra Civil en la comarca de las Cuencas Mineras no existe mucha información de cómo se inició el conflicto, existiendo tan solo alguna crónica relatada en algunos periódicos de clara tendencia izquierdista y por tanto partidista, aunque dando una información muy interesante.

La sublevación triunfó en la ciudad de Teruel gracias a las fuerzas que apoyaron el golpe, en cambio no fue igual en todas las poblaciones de la provincia, como fue el caso de Utrillas, de tendencia plenamente izquierdista por su gran actividad minera. De hecho, los mineros de Utrillas se organizaron ya en las primeras horas del inicio del conflicto en contra de la sublevación. Las fuerzas sublevadas en la ciudad de Teruel ya tuvieron noticias de la organización de los mineros y en consecuencia el día 20 de julio montaron puestos de guardia en los accesos de la ciudad.

El caso de Montalbán fue muy diferente y gracias a una crónica muy detallada sobre el inicio del conflicto y publicada en el periódico Solidaridad Obrera en fecha tan tardía como el 21 de noviembre de 1937, nos da una ligera idea de cómo fue el inicio de la guerra civil en dicha población[1]. La crónica en cuestión era muy crítica sobre la situación anterior a la guerra en Montalbán ya que empezaba diciendo que “este pueblo siempre estuvo bajo la explotación del cacique, del usurero y de los sinvergüenzas sin entrañas y menos dignidad“; dejando bien clara la postura del escritor del relato. Según la crónica decía que Montalbán contaba al inicio del conflicto con 2.307 habitantes de derecho (2.283 de hecho), y con una extensión de terreno de 7.603 hectáreas y 33 áreas en su término municipal, todo él montañoso y poco productivo por ser sus montañas en su mayoría de piedra caliza y de gran altura y las restantes muy pobres. Las tierras de secano estaban repartidas entre todos los vecinos del pueblo, ya que tal y como decía el autor del artículo ni para criar leña valían y tan solo se cosechaba trigo para el abasto del mismo. Sobre los sueldos que se pagaban en época de recolección eran de 6 pesetas y la comida, trabajando de sol a sol, y el resto del tiempo de 5 y 5,50 pesetas, “trabajando las horas que al “amo” le venía en gana”, según relataba el autor del artículo. En invierno en cambio apenas había sueldos porque el día era muy corto.

También poseía Montalbán una huerta hermosa y fértil con árboles frutales, repartida en pequeñas propiedades, menos una que abarcaba casi la mitad. Según nos relata el cronista “éste propietario y abogado huyó del pueblo en los primeros días del movimiento, pues pertenecía, con otros a Falange Española de Alcañiz, que también huyeron como el hacia Zaragoza”. Era raro el trabajador que no tenia un trozo de tierra, pero era insuficiente para vivir de él, tanto por la mala calidad como por la escasa cantidad. El paro forzoso era una enfermedad crónica que alcanzaba enormes proporciones, por la cual la miseria era una condición permanente.

Solidaridad Obrera, 21 de noviembre de 1937

Solidaridad Obrera, 21 de noviembre de 1937

La crónica seguía aportando datos interesantes “en cuanto al analfabetismo había muy poco; el obrero estaba apartado del fanatismo religioso, no así las mujeres, que eran dóciles instrumentos del oscurantismo clerical e hipócrita”. Sobre los trabajadores que existían en el pueblo, el relato describía muy bien la situación “en este pueblo no había apenas industria, tan solo dos minas de carbón (lignito), trabajando entre las dos de cuarenta a cincuenta asalariados, con jornales de 6 a 9 pesetas; un horno, con tres asalariados, y una cantera de yeso, con dos asalariados, con jornales de 5,25 pesetas.; albañiles había ocho, que trabajaban ocho horas y ganaban de ocho a diez pesetas. A los labradores les venía justo para comer, a cambio de ser esclavos de dos terrones de tierra y del “señorito”, y siempre con el temor de la sequía, como aun viene sucediendo hace varios años y ciertas plagas del campo, como el gusano en la viña, aunque en este pueblo haya poca”. Para finalizar el estado en el que se encontraba la población de Montalbán antes de la guerra el cronista decía que “lo que más mataba era el Estado con sus contribuciones, consumos y otros impuestos, llevándose con ello la mejor parte del producto, del que jadeando de sol a sol, aguantando el sol en verano y el frío en invierno, pero al Estado no le importaba un pepino la agricultura, ni los agricultores, ni las miserias que padeció el pueblo hasta la rebelión facciosa. Los jornaleros, que eran en un 75% y no tenían dónde emplear sus brazos, tenían que ir a Utrillas, distante 5 km si querían ganar un pedazo de pan para su compañera y sus hijos. Antes de estallar el movimiento, había en Montalbán un Sindicato Minero, adherido a la UGT, que contaba con 200 afiliados y el Sindicato Único CNT, que tenia 125 afiliados, los cuales muy pocos pudieron hacer frente al fascismo, a pesar de tomar acuerdos, unidos como un solo hombre“.

Por su parte, el mismo autor relataba como se habían desarrollado los hechos inmediatos a la sublevación del 18 de julio en Montalbán. Así pues decía que el día 21 por la mañana, el Ayuntamiento y el destacamento de la Guardia Civil de la población recibieron varios telegramas desde Teruel, ya sublevado. Esa misma mañana se presentaba en las inmediaciones de la población una caravana de la Guardia Civil afecta a los sublevación en número de unos 200, a los cuales las pocas fuerzas izquierdistas la esperaba a las afueras del pueblo parapetados en un puente que hacía arco a la carretera de Teruel a Calamocha. En cambio, la carencia de armas y municiones decantó la balanza a favor de los sublevados, no sin antes producirse un tiroteo entre la columna sublevada y las escopetas de los sindicalistas y obreros un kilómetro antes de que llegaran las fuerzas sublevadas al puente. La columna de guardias civiles avanzaron y detuvieron a 14 personas de carácter izquierdista, a los que maltrataron golpeándolos con las culatas de los fusiles, aunque más tarde fueron puestos en libertad. Posteriormente la columna de fuerzas sublevadas avanzó hasta el pueblo donde se les unió el destacamento de la guardia civil de Montalbán. Según la crónica se explicaba que el papel de la Guardia Civil no fue muy leal, ya que en primer lugar había prometido su lealtad a la República y que defenderían la libertad; pero en cambio se rindieron sin disparar un solo tiro, “de rodillas en mitad de la carretera con los brazos abiertos y llorando”. Con el control del pueblo por parte de los sublevados, los militantes izquierdistas que pudieron escaparon a los montes cercanos, donde se escondieron en espera de revocar la situación.

El día 22 y después de la toma de Montalbán por parte de los sublevados, una pequeña columna de guardias civiles y voluntarios intentaron atacar Utrillas, aunque aquí no tuvieron la misma suerte ya que fueron rechazados por los mineros. Dos días después se repetía el mismo ataque a Utrillas siendo el resultado igualmente desfavorable para los sublevados, aunque en este caso los mineros de Utrillas se extendieron hasta Montalbán, tomando el control de la población.

Una crónica sobre estos primeros combates en Utrillas fueron publicados en la prensa gubernamental en fecha 11 de septiembre. El artículo en cuestión estaba firmado por el enviado especial a la zona F. Roldan May y titulado Tierras de Libertad. El avance hacia Teruel[2]. En el se decía que por esas mismas fechas las tropas gubernamentales tenían encerrada la capital turolense en un estrecho círculo, lo que presumía el periodista que pronto se desencadenaría una ofensiva. El periodista decía en su artículo que el importantísimo centro minero de Utrillas, situado al norte de Teruel, en plena zona facciosa, no había podido ser sometido por los sublevados, a pesar de todos los esfuerzos que habían sido realizados para conseguirlo. La crónica la realizaba a través del testimonio de un minero de Utrillas, que a través de las líneas facciosas había conseguido llegar a las filas gubernamentales. El minero explicaba cómo en los primeros días de la sublevación se encontraron completamente aislados de toda fuerza u organización legal y atacados por las fuerzas de la Guardia Civil de la región sublevada. Pero ellos, tras una resistencia en los primeros momentos dificilísima, lograron ensanchar el cerco que sufrían y entonces minaron con dinamita los alrededores del centro, estableciendo con las minas contactos eléctricos por medio de una centralita que disponían. Según el periodista, el minero rezumaba satisfacción cuando relataba los efectos de lo que él llamaba su “estrategia”. Prosiguiendo con el relato, se informaba que “numerosas fuerzas de requetés y fascistas venidos de Zaragoza, dejando una estela de sangre obrera por todos los pueblos de la provincia por donde habían pasado, llegaban frente a Utrillas para castigar al pueblo que había osado repeler a los traidores”. El minero proseguía relatando que se concentraron muchos y que venían valiente porque sabían que los mineros no disponían de gran armamento. En cambio llegaron sobre los terrenos minados y los contactos funcionaron, imposibilitando así la toma de Utrillas por parte de las fuerzas sublevasa. La crónica finalizaba diciendo que “desde entonces el centro de Utrillas ensanchó su radio, despejó toda la parte lindante con la provincia de Castellón y ahora, por propia iniciativa, marchan también sobre Teruel”.

Vecino de Martín del Río

Vecino de Martín del Río

A parte de estos dos relatos recogidos por la prensa sobre Montalbán y Utrillas, a primeros de agosto y después de un ataque republicano a Calamocha, una columna de fuerzas sublevadas compuesta por 200 hombres se dirigió de nuevo hacia Utrillas con la finalidad de alejar la línea del frente de la carretera Teruel-Zaragoza, y aunque llegó a ocupar Vivel del Río, tuvo que desistir de atacar Utrillas.

Los sublevados siguieron su plan de defensa de Teruel tras el rápido avance de las columnas de milicianos, así que el coronel Civera, encargado de la defensa de Teruel prestó especial atención a las tres direcciones principales de ataque por las que avanzaban las columnas republicanas: las carreteras de Valencia, Cuenca y Aliaga, creando dos líneas defensivas, una avanzada y otra de retaguardia. La primera línea comprendía Segura de los Baños, Vivel del Río, Corbalán, el puerto de Escandón, Aldehuela, Cubla, Villel y Campillo; mientras que la de retaguardia estaba en S. Blas, Villastar, Villaespesa, Castralvo y Valdecebro. Para facilitar la defensa se procedió a cortar todas las carreteras que venían de la zona enemiga mediante barricadas y voladuras de los puentes, inutilizando también las líneas ferroviarias que accedían desde Valencia. Por lo que respecta a las guarniciones que defendían las posiciones de avanzada, éstas tenían unos efectivos de 100 hombres en Segura de Baños y en Corbalán, de 300 hombres en Vivel del Río y en el puerto de Escandón; y de 150 hombres en San Blas. El resto de las posiciones defensivas tenían unos efectivos mucho menores, haciendo un total de 1200 hombres y una batería de artillería de 105 mm distribuida entre Vivel del Río y Escandón[3].

Por parte gubernamental, el rápido avance por Aragón que realizaron las columnas de milicianos procedentes en su mayor parte de Cataluña y de Levante, provocó que muchos pueblos pasaran a ser controlados por grupos contrarios a los sublevados, aunque no siempre de forma pacífica. En la comarca de las Cuencas Mineras éste fue el caso de Muniesa, donde el 5 de agosto se llevó a cabo un enfrentamiento armado entre partidarios de los dos bandos. Por parte de los sublevados, el sargento de la Guardia Civil había reunido junto a los guardias civiles a un numeroso grupo de hombres, tanto de la propia población de Muniesa como de la de Blesa, así como a otros que habían huido de sus lugares de residencia. Vecinos de Castelserás, Calanda y Alcorisa, entre otros, que salieron de sus pueblos cuando llegaron las columnas, también tomaron parte en el enfrentamiento. En total los defensores pasaban largamente del centenar, armados con escopetas de caza, el propio armamento de la Guardia Civil y sesenta fusiles que habían llegado desde Calamocha. La pequeña batalla comenzó sobre las 15:30 horas de la tarde y duró poco, aunque por la noche aun se peleaba en las calles de Muniesa. Los atacantes pertenecientes a las columnas, más numerosos y con alguna amteralladora hicieron retroceder a los defensores, retirándose muchos hacia Zaragoza donde se integraron en diferentes unidades militares.

Pocos días después, el 14 de agosto, la prensa gubernamental se hacía eco en sus páginas de otro enfrentamiento que se había llevado a cabo también en la misma población. Se decía que la noche anterior a la publicación de la noticia había habido un conato de sublevación fascista en Muniesa que había sido reprimido duramente por los milicianos de las cuencas de Utrillas y Montalbán, ayudados por una sección de la Guardia Civil. La noticia no informaba mucho más el asunto, simplemente detallaba que los rebeldes habían tenido que ser desalojados de la Iglesia y la casa parroquial, que es de donde hostilizaban a las fuerzas leales[4].

Los combates cada vez se fueron generalizando más en el frente de Teruel, sobretodo a partir de la segunda quincena de agosto, además, con una mayor organización, coordinación y cooperación por parte de los jefes militares de las diferentes columnas.

Frentes de Guerra en Aragón

Frentes de Guerra en Aragón

[1]  Solidaridad Obrera. 21 novembre 1937

[2]  La Vanguardia. 11 de septiembre de 1936.

[3]  MALDONADO MOYA, José María, La Guerra Civil en Aragón (1936-1939). Zaragoza. MIRA EDITORES. 2007

[4]  La Vanguardia. 14 de agosto de 1936.